
El otro día por casualidad, estuve viendo un reportaje que me llamó mucho la atención. Trataba sobre las personas tóxicas y de cómo nos pueden afectar en nuestro día a día, y es que sin darnos cuenta estamos rodeados de entornos desfavorables y de personas que nos contaminan, incluso nosotros mismos podemos ser tóxicos en determinadas ocasiones.
Una persona tóxica es aquella que cuando estas con ella te sientes intimidada, ninguneada, te desgasta e incluso te hace sentir culpable.
La forma de saber si las personas que nos rodean son tóxicas o no, es observando cómo te sientes tras estar con ellas, si te sientes cansado, de mal humor o te sientes ignorado o sientes alivio cuando se van, probablemente tienes personas tóxicas a tu alrededor y deberías empezar a reconocerlas.
Lo primero que tienes que sabes es, que intoxica quien puede y no quien quiere, pero mas allá de esta premisa, es importante saber reconocer estos entornos y este tipo de personas y definir el modo en que nos relacionamos con ellos o cuanto contacto queremos tener con ellos.
Las clases de personas toxicas más frecuentes con las que nos podemos encontrar son:
El Quejica: Siempre se queja y espera que le resuelvas sus problemas. El antídoto: Quéjate más que él.
El Agresivo: El que se dirige a tícon gritos. Intimidante y ofensivo. El antídoto: Ignóralo o contéstale con un “no me interesa” o un simple “vale”.
El Culpabilizador: El que te culpa de todo.
El envidioso: Siempre se está comparando con alguien y descalifica a quien posee lo que él quiere, calmando así su angustia por no tenerlo, tiende a busca aliados y una frase típica en ellos es ¿has visto?
El Descalificador: Te descalifica para ser el centro de atención y hacerte sentir inferior al resto.
Y por su puesto El Chismoso: El que difunde los rumores.
Los antídotos para estos virus son, en primer lugar detectarlos, para después adaptarnos a la situación y abstraernos, y cerrar la ventana de nuestra mente al ruido exterior.
Aunque nos bombardeen con mensajes letales, nosotros tenemos la capacidad de protegernos y desconectar y sobre todo de buscar nuevos entornos más saludables donde se aprecien nuestras cualidades.
Hay que desprenderse de las emociones con respecto a la persona tóxica, sacándola de nuestra vida, sin preocuparnos por ella, ni por lo que le ocurra y visualizando el hecho de dejarla atrás.
Mantener el sentido del humor y divertirse relaja tensiones. Intentar convertir el enfado en amabilidad es la mejor respuesta frente a los “tóxicos” y rodearte de personas sanas que te aportan bienestar y nos hace sentir con más energía, autoestima y motivación.
La clave: Neutraliza a la personas toxicas siendo amable y positivo o distánciate de ellos directamente.