En el artículo anterior vimos una pequeña parte de Lisboa pero quedó pendiente el centro y los alrededores. El centro de Lisboa está integrado por dos zonas la Baixa y del Carmo, dos centros urbanísticos de gran contraste. En la Baixa nos encontramos con la Plaza del Comercio, una de las plazas más impresionantes de Lisboa y donde puedes encontrar unas gradas de mármol que llevan directamente a la orilla del Tajo y el majestuoso arco de triunfo y que va directo a la rua Agusta, una de las grandes calles comerciales de la ciudad. La Plaza de Rossio es una plaza llena de bullicio en pleno corazón de Lisboa donde encuentras terrazas y lugares para tomar un café, me gusta su suelo lleno mosaicos con forma de olas que dan ese toque tan característico a la ciudad.
En la parte más occidental del casco urbano encontramos Belém, donde está el emblemático edificio la Torre de Belém, el Monasterio de los Jerónimos y el Monumento a los descubrimientos. Los atardeceres en La torre de Belem son impresionantes y una de las experiencias más maravillosas cuando el sol brilla sobre las olas y choca sobre su fachada de estilo manuelino. No puedes dejar de visitar en el monasterio de los Jerónimos su claustro, es espectacular y la iglesia con su única nave con seis columnas talladas. Muy cerca del monasterio se encuentra la famosísima pastelería de Belem, la especialidad son los pasteles de nata o pasteles de belém, que son como unas tortitas de crema cuya receta no ha sido revelada en casi doscientos años, ¡calientes están deliciosos!
Para visitar el Parque de las Nacionales necesitas algo más de tiempo pero, merece la pena, tengo que decir que en un principio descarté ir, pero menos mal que me convencieron porque de lo contrario me hubiera perdido una de las zonas más espectaculares de la ciudad, esta zona que estaba olvidada y degradada la han sabido reconvertir en una gran zona de ocio. No debes irte sin visitar el Oceanário, sin montar en el teleférico y sin pasear por sus más de 5 km de ribera del Tajo y disfrutar de sus increíbles vistas.
A un paso de Lisboa se encuentra Cascais, Sintra y Estoril, pueblos que merece la pena visitar. Cascais es un antiguo pueblo de pescadores destino de artistas y aristócratas y Sintra que fue declarado patrimonio de la Humanidad, es una pequeña villa enclavada en la mitad de un bosque, es un pueblecito de cuento que posee un encanto único y uno de los lugares más bonitos de Portugal, su arquitectura, sus jardines, palacios y castillos merecen una visita obligada.
Y por último como no hablar de la gastronomía, en Lisboa se come muy bien y a buen precio, destaca su cocina casera y tradicional, uno de los ingredientes estrella es el bacalao en todas sus versiones, en buñuelos, en pastel, con patatas… No dejes de frecuentar los puestos callejeros con castañas asadas y los chupitos de ginjinha, licor de cereza muy típico en la capital por apenas un euro.
Lisboa en primavera es alegre y luminosa, perfecta para dejar el mapa en el hotel y perderse por sus calles llenas de gente y de vida.